Los anuncios de coche últimamente son como el porno. Todos iguales, lo único que cambia es el tamaño. La receta para el segmento B parece ser la siguiente. Un poco de alegría, un poco de ironía y a veces un caballo. El mensaje: lo tengo pequeño, pero me lo estoy pasando bien. Vale.
Toda la testosterona que les falta a esos anuncios la encontramos cuando nos vamos al nivel superior. Lo que se lleva para las berlinas y todos aquellos coches para cuya adquisición hay que tener unos cuantos años y unos cuantos euros más. Ciudades nocturnas, música electrónica sombría, enfoques que duran menos que las carreras de Fernando Alonso. El mensaje: soy épico hasta en la ronda norte.
Lo bueno que tiene este panorama tan uniforme es que es la excusa perfecta para decir que antes era todo mejor. Lo digo, porque el otro día encontré un anuncio que nos debería gustar a todos los nostálgicos. Es de los 80, gracioso, loco, heroico. Y encima tiene tan poco sentido como la nostalgia misma.